Bien, empezaré por decirles que yo era
un niño muy precoz y travieso. Hasta me llevaron al médico porque creían que
era psicópata. Menos mal que el diagnóstico fue favorable. (Niño muy activo).
Bien, dicho esto les diré que mi mamá,
todas las noches, me acostaba y se sentaba en la cama y me hacía un cuento
hasta que el sueño me rendía y me dormía, así cada noche.
Uy… se sabía muchos. El ratoncito Pérez,
la Cucarachita Martina, los cuentos de las mil y una noches, como por ejemplo: Alí
Babá y los 40 ladrones, La lámpara maravillosa de Aladino, etc.
Cuando el repertorio se le terminaba me
decía: ¿quieres que te haga el cuento de la “Buena Pipa”? Que mal me caía eso,
me parecía que se reía de mí. Pero ahora me doy cuenta que lo hacía para jugar
conmigo. Saben lo pesado que es el cuentecito…
Mamá - ¿Quieres que te haga el cuento de
la Buena Pipa?
Yo - Sí, sí.
Mamá - Yo no te pregunté que sí, sí. Yo
te pregunté qué si quieres qué te haga el cuento de la Buena Pipa.
Yo - Ya te dije que siiiii.
Mamá - Yo no te pregunté, ya te dije que
siiiii. Yo te pregunté qué si quieres qué te haga el cuento de la Buena Pipa.
Etc. Y en definitiva no quería decir
nada.
Moraleja: Pues bien, esos tres monitos
que viajan en el almendrón se parecen al cuento de la Buena Pipa.