Cuando yo tenía unos 20
años más o menos, un señor malo con el apoyo de la traición del ejército cubano
y varias gentes de malos sentimientos, rompieron el sistema democrático
estableciendo una dictadura. La mayoría del pueblo estaban indignados, entre
ellos yo. Aquel señor malo comenzó a encarcelar a los que no estaban de acuerdo
y protestaban porque no querían vivir en dictadura. Los que los combatían les
toco la peor parte porque los mataban y los dejaban tirados en las calles para asustar
al pueblo y que sirviera como ejemplo. Pero se equivocó, porque eso ocasionó un
mayor repudio dentro de la población al ver ese macabro hecho y con ellos se
benefició un mafioso “hombre muy malo” mi nieto llamado Fidel Castro. Que se
adueño de Cuba en enero del año 1959 poniendo una sangrienta tiranía más mala
que la de aquel señor malo que se llamaba Fulgencio Batista. Aquel falso
protector que en realidad era y es un sátrapa se adueño de Cuba al pueblo lo
esclavizó. A todos los esclavos les concedió el estatus de trabajadores con un
salarios de 10, 15 o 20 dólares al mes para no tener que alimentarlos, las fabricas tenían
que entregarles sus productos, los
campesinos sus cosechas, gallinas, el ganado vacuno, equino, en fin todos sus
bienes ganados con el sudor de su frente y el esfuerzo de su trabajo dejándolos
en la miseria mientras ellos disfrutaban la dulce vida. No existían jóvenes
existían autómatas que tenían que hacer lo que esos señores malos les
indicaban, porque en cuba habían escuelas pero en realidad no eran tal, “eran
centros de adoctrinamientos” obligaban a los padres a mandar a las falsas
escuelas a sus hijos desde muy temprana edad. No para impartirles clases y
formar hombres y mujeres de bien. Eran Para ser adoctrinados por unos
desalmados profesores inculcándoles el odio a todas las personas que no
pensaran igual que ellos. Delatando a sus padres, hermanos, amigo etc. Los que
hablaran mal de la tiranía que ellos le llamaban y le siguen llamando
“revolución”. Pero por suerte no todos son adoctrinados fueron numerosos los
jóvenes que se rebelaron, otros se resignaron, muchos decidieron escapar de ese infierno por el mar
en embarcaciones rusticas de muy mala construcción, usaban todo lo que
flotara, sin tener idea de navegación en
fin un suicidio preferían poner en riesgo la vida que vivir en ese infierno.
En una ocasión una
veintena de amigos decidieron hacer una lancha pero muy rustica. No como esas
lanchas muy bonitas que tú ves por aquí. Bueno continuo, en un lugar de mucha
maleza, de poco acceso cerca del mar. Por el día trabajaban en la confesión de
ella cuando se marchaban la tapaban con ramas y uno de ellos se quedaba vigilando
escondido toda la noche para ver si eran descubiertos, así hasta que la
terminaron y se echaron al mar con la idea de huir de ese infierno.
Al segundo
día de navegación el cielo se nublo comenzó a soplar un fuerte viento todo
hacía indicar que tendrían que pasar por una gran tormenta y su embarcación
era muy frágil, no soportaría la tormenta. Todos comenzaron a rezar con mucha
fe y pedirle a Dios que los ayudaran y que les permitieran llegar a tierra
firme.
De pronto… aquel mar enfurecido se transformó en un mar sereno apacible emerge
del fondo del mar una bandera cubana y los ayudó a llegar a tierra firme. Allí
conocieron a muchas personas buenas que los ayudaron y lograron rehacer sus
vidas, también yo ahí conocí a tu abuela
nos casamos y fuimos muy felices (el nieto) abuelo tu vivías en Cuba. Sí, pero
yo era uno de los tripulantes de esa embarcación.
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Humberto
Cid Delgado.
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